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Roses et Honestatis

Este one-shot lo creé para un concurso de otra wiki. Es en contra de el racismo y la desigualdad entre todos. Espero que os guste .3.

Haters gonna Hate..~ƒυ¢к чσυ 06:33 26 jul 2013 (UTC)


Roses et honestatis

Más allá de los bosques, en un lugar mítico y escondido por las fuerzas de la naturaleza estaba la ancestral Pratum Rose una pradera inmensa llena de Rosas rojas.

Allí vivían Dragones mágicos y gigantes. Convivían en paz y armonía entre ellos. Nunca había peleas ni tampoco ocurrían cosas graves gracias al líder todopoderoso el enorme dragón Irian.

Un dragón noble y fuerte que se encargaba de la seguridad de todos los demás dragones. Y tenía a su fiel ayudante Kingshill , un joven dragón de unos 14 años en edad humana.

Era muy despistado y siempre se metía en problemas con los demás dragones mayores que él.

Kingshill era muy social y le encantaba hacer nuevas amistades con los demás seres místicos que habitaban aquél lugar armonioso.

Pero cada 700 años en aquel reinado una terrible catástrofe avecina , los dragones luchan contra los otros dragones desterrados de la gran manada.

Los desterrados son aquellos dragones malvados y oscuros que han sido expulsados del reino por sus crímenes. Cuando un dragón inclumpe un ley este es desterrado para siempre y nunca más podrá volver a pisar aquél territorio.

El joven dragón Kingshill no temía de los desterrados a algunos incluso los ayudaba dándoles varios alimentos para sobrevivir , aunque debía tener cuidado , ya que , si el gran Irian le descubría él podría ser desterrado.

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La mañana era ligera los rosas rojas adornaban el hermoso prado místico lleno de dragones. Kingshill bostezó largo y salió de su cueva que para los dragones son como las casas para los humanos.

—¡Muy buenas Kingshill! —gritó un mercader que llevaba un gran carro de rosas y se acercó con una hacia él —Toma esta rosa roja , céeme te servirá en el futuro.

El dragón azul mercader se fue sin decir nada mientras Kingshill miraba la rosa extrañado , ¿Para qué le serviría a él una simple rosa? Se preguntó.

Se guardó la Rosa en su bolsa y salió hacia la caverna real para hacer sus labores de ayudante.

Pasaron varias horas y Kingshill había llegado ya a la caverna real. Irian le miraba con confusión y exasperación. El gran dragón no paraba de dar vueltas y vueltas al rededor del joven hasta que dio un gran golpe en la pared.

—¡Se acabó! —exclamó Irian —Kingshill tenemos que reunir a todas las tropas de dragones para detener a los desterrados , ellos vienen hacia aquí_terminó.

Kingshill asintió con la cabeza y partió hacia la gran pradera de los dragones que entrenan duro cada día. Avisó a todos , triste , sabía que muchos llegarían a morir en la batalla con los desterrados y a él le apenaba.

No le gustaban las guerras entre la misma especie , al fin y al cabo todos son dragones , de la misma raza.

El joven se apresuró en volver mientras Irian seguía dando más vueltas en círculos. El gran dragón seguía muy nervioso y aquella situación le estaba impacientando. Solo con pensar que en cualquier momento podrían tener un ataque se volvía loco de odio.

—Señor , las tropas se acercan—dijo Kingshill mientras pensaba en todos los dragones que morirían en aquella sangrienta lucha.

El gran Irian salió de la habitación real y salió apresuradamente de la cueva mirando los desterrados que empezaban a llegar desde el horizonte.

—Rápido Kingshill avisa a todos los dragones guerreros para que estén preparados para luchar—dijo Irian.

—P-pero.. ¡seguro que hay otra alternativa antes que luchar! —explicó el joven.

El joven dragón intentó explicarle a Irian varios métodos de dialogar con los desterrados pero éste no hizo caso ante la clemencia de Kingshill hacia los dragones con los que iban a luchar sangrientamente.

En varios minutos los desterrados llegaron hacia la pradera , armados y llenos de odio. Al otro lado de la pradera estaban los caballeros reales , dragones entrenados durante años para aquél tipo de situaciones.

Kingshill odiaba las guerras , la muerte y la sangre. Haría todo lo posible por salvar a los desterrados aunque ellos fueron en su tiempo criminales , pero al fin y al cabo todos eran iguales pero Irian no quería entenderlo.

El sol empezó a caer lentamente por la ladera de la montaña al igual que la esperanza de Kingshill.El joven sacó la rosa que el mercader le dio esta mañana y la miró durante un rato. Arrancó un pétalo y lo dejó volar junto al viento.

—Cuando arrancas la libertad de alguien.. no eres fiel a ti mismo.. —dijo en voz muy baja mientras una lágrima empezaba a caer de su rostro.

Apretó un poco la flor y miró hacia el horizonte, sabía que tenía que hacer algo para evitar miles de muertes.

Voló por la ventana hacia el sitio dónde iban a luchar los dragones , el tiempo era oro y estaba bastante atrasado. La guerra ya había empezado y los dragones luchaban a muerte.

Varios ya estaban en el suelo , muertos y empapados en sangre. Kingshill llegó sobrevolando el lugar y varias gotas de sangre salpicaron su rostro , y éste se limpió.


—¡¡¡Parad..!!! —gritó Kignishill pero nadie le escuchó.

Los dragones seguían luchando por el territorio incluso Irian quién estaba muy herido. El gran dragón miró a Kingshill con ojos triste , y ahí se dio cuenta de que tenía que haberle escuchado y pronunció unas últimas palabras entre lástima.

—Y-yo..lo siento.. —susurró.

Y cayó al suelo una flecha le había travesado el estómago dejándolo en el suelo muerto. Las pupilas de Kingshill se dilataron y echó a volar hacia el cielo dónde los últimos rayos de sol se iban difuminando.

Se elevó lo más posible y levantó su rosa hacia el cielo y una explosión de colores salió de aquella rosa. Los dragones pararon de luchar y observaron aquella mística aurora boreal , un fenómeno nunca visto en aquellas tierras. Los ojos de Kingshill brillaban, con esperanza.

La explosión de colores llegó al corazón de todos y las últimas palabras de Kingshill resonaban en ellos.

—“¡Todos somos iguales no tiene por qué haber una diferencia entre nosotros, al fin y al cabo somos dragones!” —musitó.

La explosión de colores era cada vez más intensa mientras el cuerpo del joven quedaba cada vez más difuminado entre los haces de luz. Él había sacrificado su propia vida para renacer una nueva generación.

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